Escrito por L.Muchas veces, mientras estudiaba la carrera y luego mientras ejercía, me encontraba con una pregunta demoledora: ¿para qué sirve eso?. Entiendase: para qué sirve leer, para qué sirve la literatura y en última instancia, para qué sirven las palabras.
Siempre es complicado lidiar con la existencia concreta de las cosas abstractas. Un árbol o un caballo -para volver a Saussure- son concretos, pero no la palabra que los designa. Ni hablar de vocablos como libertad, justicia, amor o igualdad. Pero hoy encontré una explicación práctica a esa pregunta que se me escapaba en ejemplos y citas como arena entre los dedos y la hallé en el lugar menos pensado. Hasta me da cierto pudor confesar que estaba viendo lo que quedaba del programa de Mirtha Legrand cuando le preguntó a Elisa Carrió por qué razón se había abstenido de votar la ley de matrimonio gay.
Carrío comenzó a deshacerse en elogios hacia la comunidad y sacó a relucir sus premios contra la discriminación y afirmó (cosa que siempre hace ruido) cuánto amaba ella a los gay.
Y luego una explicación que a mí se me presentó como una revelación porque siempre intuí, mucho antes de estudiar e incluso de poder leer de corrido, que las palabras hacían a las cosas, constituían la realidad que nos rodea, que nos envuelve y nos determina y que en resumidas cuentas conforman como pilares invisibles la vida que llevamos.
Elisa dijo que ella hubiera votado a favor de la ley si en lugar de proponerse como como MATRIMONIO gay se hubiera podido votar como "unión familiar" porque ella -que no discrimina ¿se acuerdan?- consideraba injusto que se le
ARREBATARA LA PALABRA A LA IGLESIA.
En cuanto escuché la frase sentí que me quemaba la cara y me pregunté cómo y cuándo fue que la iglesia me había arrebatado la palabra a mí en primer lugar, cómo había sido tan bruta para ser saqueada así sin darme cuenta y con cuánta fuerza hubiera tenido que gritar para que (esa y quién sabe cuántas otras) me fueran devueltas. Recordé que la libreta que me entregó el registro civil ostenta "matrimonio" en la tapa.
Y así entendí cabalmente cómo y en qué medida las palabras y sus dueños determinan nuestra vida. Entendí que había sido muy poco creativa y que había estado muy errada al querer explicar durante todo este tiempo los procesos lingüísticos como sutiles sistemas abstractos.
Los procesos lingüísticos y las palabras están arrojados al mundo de una forma burda y cruel,
no hay nada de sutil ni abstracto en escupirle a un huérfano a la cara que va a seguir mendigando en su desamparo porque cientos de parejas que desean adoptarlos no han podido aún ARREBATARLE una palabra a la iglesia católica.
(El título del
gran maestro lo uso con humildad y sin pretender citarlo en mi post porque surgió así).