Tú no indagues –vedado está saberlo– qué fin a mí o a ti,
Leucónoe, los dioses quieran darnos, ni sondees los números
babilonios. ¡Vale más aceptar aquello que ha de ser!
Ya sean muchos inviernos los que Júpiter nos conceda, o el último
éste que vemos contra opuestas rocas quebrantar el oleaje
tirreno, sé sensata, filtra el vino y a un breve espacio ajusta
esa larga esperanza. En tanto hablamos, habrá huido envidiosa
la edad, cosecha el día, y no confíes mucho en el que vendrá.
Horacio, Odas, "I.XI", 23 adC