Cuando la abuela se convenció de que quedaban muy pocas cosas intactas entre los escombros, miró a la nieta con una lástima sincera.
-Mi pobre niña -suspiró-. No te alcanzará la vida para pagarme este percance.
Gabriel García Marquez, "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada", 1972
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