todo el fuego que un día por nosotros ardió.
De esos ojos fervientes y con tanta ternura,
de esa boca en la que el corazón se anegaba,
de esos besos que tienen la dulzura del bálsamo,
de esa viva pasión con fulgores de luz,
¿qué ha quedado? ¡Oh, qué espanto, alma mía! ¿Sólo eso?
Un dibujo muy pálido, bosquejado con lápiz,
que al igual que yo mismo muere en la soledad,
y que el Tiempo, ese anciano implacable, desdora
cada día al frotarlo con sus ásperas alas.
Asesino feroz de la Vida y del Arte,
nunca vas a matar en mi firme memoria
la que fue mi placer y mi gloria del cielo.
Charles Baudelaire, Las Flores del mal, 1857
"de esa boca en la que el corazón se angelaba", imposible agregar nada
ResponderBorrarqué loco, leí mal. me gustaba más angelaba
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