Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios estuvieron medio despoblados, reunió un millar de amigos vigorosos y alegres de corazón, elegidos entre los caballeros y las damas de su Corte y se arregló con ellos un retiro impenetrable en una de sus abadías fortificadas.
(…) Fue hacia finales del quinto o sexto mes de encierro, mientras la plaga hacía estragos con más rabia afuera, cuando el príncipe Próspero obsequió a sus mil amigos con un baile de disfraces de la más insólita magnificencia.
Edgar Allan Poe, La máscara de la muerte roja, 1842
wow, no sé qué decir...
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