Lo mismo pasa con algún gran músico (…), su interpretación es la de un pianista tan grande, que ya no se sabe en modo alguno si ese artista es pianista, porque (al no interponer todo ese aparato de esfuerzos digitales, aquí y allá coronados de brillantes efectos, todo ese salpicar de notas en las que el oyente que no sabe dónde agarrarse cree encontrar el talento en su realidad material, tangible) ese juego se ha vuelto tan transparente, tan lleno de lo que interpreta, que ya no se lo ve a él mismo, y ese músico ya no es más que una ventana abierta sobre una obra maestra.
Marcel Proust, En busca del tiempo perdido,
Del lado de Guermantes, 1920
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