(...) –¡Que cosa tan triste! –murmuró Dorian Gray con los ojos fijos aún en su retrato–. ¡Que cosa tan triste! ¡Pensar que yo envejeceré y me pondré horrible, espantoso, y que este retrato permanecerá siempre joven!. Nunca tendrá más edad de la que tiene en este día de junio... ¡Si fuese siquiera al revés! ¡Si fuera yo el que permaneciese siempre joven, y el retrato el que envejeciese! ¡No sé... no sé lo que daría por esto! ¡Sí, daría el mundo entero! ¡Daría hasta mi alma!
Oscar Wilde, El retrato de Dorian Gray, 1891
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