El filósofo que recorre los caminos y senderos del mundo a la búsqueda de conocimientos, debe aprender a adaptarse a todos los tiempos y climas, todas las costumbres y religiones, todo los tipos de viviendas y comida, y dejar al indolente voluptuoso de las capitales sus prejuicios… su lujuria… esa vergonzosa lujuria que, al no satisfacerse con las necesidades reales, engendra a diario otras artificiales, en detrimento de nuestra salud y fortuna.
Marqués Sade (1740-1814), Ernestina o un cuento sueco
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